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De lo que se come, se cría


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Criadillas de toro.

JotDown(J.R.Alonso) — Durante siglos los testículos fueron considerados como una fuente de energía vital y la eyaculación como una pérdida de poder o de vigor. El propio Aristóteles indicaba que un exceso de actividad sexual drenaba la energía de los muchachos e iba en detrimento de su nutrición y de su crecimiento.

Aun así no apuntaba al lugar adecuado pues consideraba que la región alrededor de los ojos era la que producía el mejor esperma mientras que los pitagóricos creían que el semen era, de hecho, una gota del cerebro. También durante mucho tiempo los moralistas —según afirmaba el Dr. Romeu— «aseveraban que la masturbación provocaba, en los hombres, pérdidas de fósforo cerebral a través del semen.

La práctica masturbatoria hacía a los jóvenes cretinos, forunculosos, sifilíticos, de cerebro reblandecido y de médula espinal vaciada (el semen, según los zoquetes sermoneadores, se fabricaría en la médula)». A pesar de esos errores, la función de los testículos fue prontamente identificada y fueron asimilados a vigor, potencia, masculinidad, hombría, agresividad, todas esas supuestas «virtudes» masculinas, algo que todavía sigue vigente en nuestra cultura popular.

La castración ha sido desgraciadamente frecuente a lo largo de la historia, tanto en animales para su engorde como en personas. En este último caso, el objetivo más común era crear una casta de esclavos obedientes, de funcionarios leales e incorruptibles, de soldados de élite o de cantantes, aunque también era un castigo común para los traidores y los soldados enemigos.

Los eunucos no tenían barba, mostraban poco vello corporal y la mayoría desarrollaban cifosis, una curvatura de la columna vertebral que les hacía andar encorvados y les daba probablemente un aspecto envejecido, un cambio producido por la osteoporosis causada a su vez por el déficit de testosterona.

Aunque la testosterona no fue conocida hasta el siglo XX, durante siglos se han usado los testículos para contrarrestar lo que se creía una falta de vigor vital y sexual. Así, el romano Gaius Plinius Secundus, Plinio el Viejo, recomendaba comer criadillas, los testículos animales, para tratar diversas enfermedades.

Testículos secos o crudos fueron prescritos en la medicina islámica (Mensue el Viejo, siglos VIII y IX), china (Hsue Shu-Wei, siglo XII) y occidental (Alberto Magno, siglo XIII) para el tratamiento de distintas dolencias, en particular la impotencia. Al propio Fernando el Católico se le recomendó comer testículos de toro para cumplir con su joven esposa Germana de Foix.

Sin embargo, como los testículos sintetizan testosterona pero no la almacenan, llegar a unos niveles similares a la producción diaria de un hombre adulto, unos 6-8 mg, requeriría consumir aproximadamente un kilo de criadillas de toro al día e incluso si engullera esa cantidad, la testosterona oral se inactiva rápidamente por el hígado, por lo que necesitaría una cantidad enormemente mayor para probablemente no conseguir nada.

Por lo tanto, toda terapia testicular administrada oralmente puede ser considerada como un placebo, aunque, como sabemos, los placebos también tienen su aquel y si no que se lo digan a tantos vendedores de homeopatías y otros humos.

La lucha contra la impotencia y el envejecimiento tuvo un boom en el siglo XX. Serge Abrahamovitch Voronoff (1866-1951), un judío de origen ruso que emigró a Francia a los dieciocho años para estudiar Medicina, se formó con Alexis Carrel (1873-1944), un cirujano francés que obtendría el premio Nobel por sus técnicas para suturar vasos sanguíneos y su empleo en los trasplantes.

Carrel, con una visión extraordinaria de futuro, planteó la posibilidad de modificar los órganos del cerdo para que no hubiera rechazo y se pudieran usar en personas, una idea con la que se adelantó en más de cien años al avance de la ciencia. Con Carrel, Voronoff quedó fascinado por las posibilidades de los trasplantes de animal a humano y pensaba que se podría restaurar el vigor de la juventud e incluso curar enfermedades mediante la transferencia de órganos, células y sustancias.

Fue también un visionario, pues planteó la idea de trasplantar células que produjeran una hormona en la que el receptor tuviese una carencia. Eso estamos intentando en la actualidad con las células pancreáticas que producen insulina para el tratamiento de la diabetes.

En 1889, Voronoff inició una colaboración con el fisiólogo Charles-Édouard Brown-Séquard (1817-1894), heredero de la cátedra de Claude Bernard en París y que estaba interesado en los efectos rejuvenecedores de las glándulas animales. Brown-Séquard, que tenía entonces setenta y dos años, empezó a experimentar consigo mismo, inyectándose un puré obtenido triturando testículos de cobayas y perros.

Desafortunadamente, el llamado «elixir de Brown-Séquard» no producía nada observable aunque el propio interesado no paraba de insistir en su mejoría, lo que le hizo convertirse en diana de chanzas y escándalos. No obstante, es considerado uno de los fundadores de la endocrinología, pues fue el primero en postular la existencia de unas sustancias que eran secretadas a la sangre y afectaban a órganos que estaban muy lejos de su punto de origen.

Ahora las conocemos como hormonas. Entre los órganos secretores de hormonas estaban el tiroides, la hipófisis, el hígado, las glándulas suprarrenales o los propios testículos.

Serge Abrahamovitch Voronoff Fotografía: DP.
Serge Abrahamovitch Voronoff

Voronoff pasó catorce años en Egipto, de 1896 a 1910, como médico personal de Abbas II, jedive del Imperio otomano. Entre sus funciones estaba la atención médica a los eunucos que cuidaban los harenes y, según él, «al observarlos detenidamente comprobé que la extirpación de sus testículos producía en ellos un decaimiento físico comparable a la vejez.

Esto me llevó a considerar que el implante, de al menos un testículo, podría ser un tratamiento adecuado contra el envejecimiento». Esa sería la base de su fama y fortuna: que los testículos tenían un efecto vigorizante sobre las personas que había perdido sus «ganas de vivir».

Al volver a París se incorporó al Colegio de Francia, considerado más abierto que las universidades, y continuó sus experimentos sobre el rejuvenecimiento trasplantando tejido testicular de animales jóvenes en animales de edad avanzada. Entre 1917 y 1926 realizó medio millar de trasplantes en ovejas, caballos y cabras, de animales jóvenes a viejos y dijo que conseguía que estos últimos recuperasen la lozanía juvenil.

Convencido de que el trasplante de órganos funcionaba, Voronoff pensó en aplicar esas técnicas en humanos y decidió que la mejor opción era utilizar simios como donantes, trasplantando tiroides de chimpancés a humanos con bocio. Consiguió gran fama cuando dijo haber trasplantado uno de esos tiroides de chimpancé a un niño «idiota», afirmando que en un año sus facultades mentales habían alcanzado la normalidad.

Al igual que Brown-Séquard, Voronof inició los experimentos con los testículos consigo mismo. Probó en primer lugar a inyectarse bajo la piel extractos de testículo de perro o de cobaya, el elixir de su maestro. Como no obtuvo los efectos deseados, probó algo más potente: el implante completo de testículos.

Primero injertó testículos de criminales ejecutados a millonarios, pero rápidamente la demanda superó al número de donantes involuntarios, con lo que buscó una nueva fuente de tejido testicular y empezó a utilizar monos para atender a los peticionarios de una nueva juventud y un mayor vigor sexual.

El problema es que los testículos se necrosaban y la operación terminaba en un fracaso. Probó entonces a trocear los testículos de chimpancés y babuinos en finas láminas y a colocarlos en el escroto de sus clientes. Ahí —según él— la cosa mejoraba, según decía porque se incorporaban y se fundían con el testículo propio y más probablemente porque el tejido implantado generaría un rechazo y sería eliminado, pero al ser menor cantidad la reacción inmune pasaría desapercibida.

Junto a eso, Voronoff puso en marcha una publicidad engañosa donde presentaba los resultados del supuesto antes y el después, mostrando cómo los hombres recuperaban el pelo, lucían más vigorosos y sanos y aumentaban su fuerza muscular. La fuente de la juventud parecía haber sido encontrada entre las piernas de un mono: era posible rejuvenecer y recuperar la potencia sexual usando sus partes pudendas.

La fama de Voronoff fue un aumento. En 1920 publicó un libro titulado Vida; un estudio de los medios para restaurar la energía vital y prolongar la vida, donde dice «la glándula sexual estimula tanto la actividad cerebral como la energía muscular y la pasión amorosa. Infunde en el torrente circulatorio una especie de fluido vital que restaura la energía de todas las células y esparce felicidad».

En 1923, setecientos de los mejores cirujanos del mundo, que participaban en el Congreso Internacional de Cirugía en Londres, aplaudieron su trabajo sobre el rejuvenecimiento de ancianos. Él explicaba que sus implantes no eran afrodisíacos, pero a continuación sugería que mejoraban el deseo sexual.

Detalló otros efectos: mejor memoria, capacidad para trabajar más horas, el abandono de las gafas (debido a la mejoría de los músculos oculares) y el alargamiento de la vida. También especulaba con que podía ser beneficioso con lo que entonces se llamaba demencia precoz y que ahora conocemos como esquizofrenia. Uno de tantos despropósitos del siglo XX.

Anatole France. Fotografía: DP.
Anatole France.

Un golpe de suerte fue que el famoso dramaturgo Anatole France se sometió a su técnica con un supuesto éxito, lo que le generó una enorme fama. Al parecer, cuando llegó a la consulta France tenía sesenta y un años y un aspecto lamentable según describe el propio Voronoff:

«mejillas caídas, profusas arrugas, ojos mortecinos y sin brillo, fatiga y rechazo a todo esfuerzo físico. Carece además de apetito y se queja de frío incluso aquellos días en los que el calor es insoportable. Al intervenirlo le he injertado —como corresponde a una figura de tal notoriedad— los testículos de un enorme mono cinocéfalo, que he dividido en ocho partes alrededor de sus propios testículos. A los veintitrés días, el escritor me relata su primera erección tras diez años de impotencia. Se repetirían luego con increíble frecuencia sumiéndolo en un júbilo que solo recordar me emociona».

Voronoff pudo haber sido el primer médico que trasplantara un riñón, pues pidió el cuerpo de un criminal que acababa de ser ajusticiado con ese objetivo. Su petición fue, sin embargo, rechazada por las autoridades parisinas, lo que permitió que esa primacía le correspondiera a Yurii Voronoy, un médico ruso, en 1933.

Poco a poco fue siendo evidente que los trasplantes de testículo no generaban ningún beneficio, Voronoff fue perdiendo seguidores y cuando murió en 1951, a los ochenta y cinco años, nadie se acordaba ya de él. Casi medio siglo después, en 1999, algunos investigadores especularon con que el VIH habría saltado la barrera de monos a humanos debido a sus trasplantes, pero no hay evidencias que apoyen esta afirmación.

La idea de los trasplantes de gónadas no acabó allí sino que cruzó el Atlántico, a esa tierra promisoria de la charlatanería que fue durante mucho tiempo los Estados Unidos de América. El cirujano estadounidense John Romulus Brinkley (1885-1942) injertó mas de cinco mil pares de testículos de macho cabrío bajo la expectativa de mejorar el vigor sexual, sin conseguir nada salvo unas inmensas ganancias, millones de dólares.

Al principio decía que era para curar la impotencia, pero luego fue ampliando el mercado, recomendándolo para toda una serie de padecimientos masculinos. Llegó a dirigir varios hospitales y servicios sanitarios en varios estados y, aunque los médicos le criticaron y expusieron sus falacias casi desde el primer momento, siguió con sus negocios durante casi dos décadas.

Brinkley decía ser médico, pero se descubrió que nunca había estudiado Medicina y, en realidad, tan solo había comprado un diploma de la Kansas City Eclectic Medical University, uno de lo que los americanos llaman un «molino de diplomas», un establecimiento supuestamente educativo que da un certificado de lo que sea a cambio de dinero, algo que nos empieza a sonar cada vez más conocido.

Recibió entonces una demanda de la Sociedad Médica de Kansas, una especie de colegio profesional, perdió la licencia para practicar la medicina y acabó arruinado al tener que pagar indemnizaciones a cientos de pacientes insatisfechos. Aun así, tenía cientos de miles de seguidores y se presentó en dos ocasiones a las elecciones a gobernador del estado y, al parecer, habría ganado en una  de ellas si no hubiera sido por el fraude masivo cometido por sus contrincantes.

Podemos pensar que son historias de hace casi un siglo y que ya somos una sociedad informada y crítica, con una buena cultura científica. No es así, casi nunca es así.

Distintos periódicos como ABC color (Paraguay), o El Periódico Mediterráneo recogían en 2003 un despacho de la agencia EFE donde se informaba de que los testículos de ratón se habían convertido en una moda culinaria en los restaurantes de Taiwán, tras conocerse que un hombre estéril —Hueh Ting-fu, obrero de la construcción— se había convertido en feliz padre tras seguir esta particular dieta.

No debían ser restaurantes de diseño de los de plato grande y ración pequeña, pues Hueh había consumido un total de seis kilogramos de criadillas de roedor. Si tenemos en cuenta que cada par de testículos de un ratón pesa, según la cepa, de 0,1 a 0,3 gramos, eso significaría que el Sr. Ting-fu habría dado cuenta de entre veinte mil y sesenta mil roedores.

Ni el gato Jinks. Pero su mujer quedó embarazada, ¿no? ¿Qué quiere que le diga? Yo le habría hecho algunas preguntas a la señora Ting-fu.

nuestras charlas nocturnas.

Louisa May Alcott, la feminista que escribió «mujercitas»…


Louisa May Alcott.

National Geographic(A.Sbardella) — En 1867, Louisa May Alcott publicó una célebre novela protagonizada por cuatro jóvenes hermanas en la que dio cauce a su ideal de mujer fuerte e independiente, en Nochebuena, en una velada triste por la partida de su padre al frente, cuatro hermanas se confían las amarguras causadas por la pobreza, las privaciones y la guerra, pero después se animan unas a otras, se alegran y al final se abandonan a la «atmósfera de paz hogareña que lo impregnaba todo».

Con esta escena comienza Little Women (Mujercitas), de Louisa May Alcott, una novela que marcó a varias generaciones. ¿Quién que la haya leído no ha empatizado, desde la infancia, con la juiciosa Meg, la rebelde Jo, la dulce Beth o la caprichosa Amy?

El destino del libro quedó marcado en el otoño de 1867, cuando el director de la editorial Roberts Brothers, Thomas Niles, pidió a Louisa May Alcott, de 35 años, una escritora talentosa, pero aún no muy conocida, que dejara de lado sus cuentos de hadas para niños y creara una novela dirigida a las jóvenes.

Alcott se tomó su tiempo, porque no se sentía a la altura de aquella tarea. De pequeña era una niña poco femenina a la que le encantaba inventar historias, correr y trepar a los árboles, y muy pronto tuvo que trabajar para ayudar a su familia.

Nunca conoció, en parte por decisión propia, la ligereza de la adolescencia, los bailes de sociedad ni las aspiraciones de las mujeres de la época de convertirse en «perfectas» esposas y madres.

Meses más tarde, en mayo de 1868, Niles prometió a Louisa que, si escribía la novela, publicaría un manuscrito filosófico de su padre, el pastor calvinista Amos Bronson Alcott. Preocupada por la felicidad de su familia, Louisa accedió y comenzó a buscar inspiración.

¿Dónde podía hallar a las protagonistas de su libro? La respuesta era simple: en su propia casa. Su familia se convertiría en la familia March, y las cuatro hermanas asumirían en parte el carácter de las cuatro hermanas Alcott. Aunque Mujercitas no era un texto autobiográfico, algunos episodios de la vida personal de la autora acabaron impregnando la historia de Meg, Jo, Beth y Amy.

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Ilustración de Mujercitas.

Así quedó lista la columna vertebral de Mujercitas. La novela seguía durante un año las aventuras de las hermanas entre el amor, los descubrimientos y los sueños. La novela fue la primera de una saga, en la cual Beth muere prematuramente y las otras tres jóvenes toman caminos distintos: Meg se dedica a la familia, Jo a la escritura y la educación, y Amy al arte. Pero, ¿cómo se entrelaza la vida de Louisa con la ficción?

– Las hermanas Alcott

Nacida en 1832 en Germantown, cerca de Filadelfia, Louisa May Alcott era la segunda de las cuatro hijas del pastor Bronson Alcott y de Abigail May, una abolicionista y activista por los derechos de las mujeres que fue un modelo para sus hijas.

La primogénita, Anna, fue la única que siguió un camino tradicional y se casó con el actor aficionado John Pratt; de hecho, algunos episodios de su boda recuerdan mucho las nupcias de Meg March. La tercera, Elizabeth, murió de escarlatina con trece años, y la última, Abigail May, se convirtió en una conocida pintora, aunque quedó eclipsada por la fama de su hermana mayor.

Abigail May viajaba a menudo de Estados Unidos a Europa, donde conoció a un rico hombre de negocios suizo con el que se casó en 1878 y del cual poco después tuvo una hija, Louisa May Nieriker, apodada «Lulu». Tras la temprana muerte de su madre a causa de las fiebres puerperales, la niña se fue a vivir con sus dos tías a Concord, en Massachusetts. Y fue a su querida Lulu a quien una Louisa ya famosa, aunque siempre tímida, dedicó sus últimas historias.

Thomas Niles prometió a Louisa publicar un libro de su padre si ella escribía Mujercitas

Louisa se retrató a sí misma –y a sus aspiraciones– en Josephine, Jo, la hermana más testaruda de su novela. Del mismo modo que Louisa, Jo cultiva el sueño de consolidarse como escritora. Todo lo que Alcott anotó en su diario en 1846 podría referirse perfectamente a la protagonista de Mujercitas: «La gente piensa que soy extraña y salvaje […].

No he hablado con nadie de mis proyectos futuros, pero tendrán éxito». Jo se enamora del rico Laurie Laurence, y pese a que éste la corresponde ella prefiere evitar un vínculo convencional para perseguir sus ambiciones en Nueva York. Una vez más, el diario de Louisa ayuda a reconstruir las decisiones de Jo: «Me gusta la sensación de ser independiente y, aunque mi vida no sea fácil, es libre y me gusta». En Nueva York, Jo conoce al profesor Friedrich Bhaer, con quien se casa y funda un centro escolar en Plumfield, la finca que le había dejado como herencia una tía adinerada.

La decisión de Jo y su marido también parece responder a un episodio autobiográfico de la autora. En efecto, en 1834, cuando Louisa aún era una niña, su padre se mudó con su familia a Boston para abrir la Temple School, un centro basado en la libre expresión y en la asunción de responsabilidades por parte de los alumnos.

Allí, el pastor puso en práctica los preceptos del trascendentalismo americano, un movimiento filosófico y literario según el cual el individualismo, entendido como la constante mejora de uno mismo, se combina con la conciencia de una hermandad universal y de la unión con la naturaleza.

Estos principios, unidos a la aspiración a un bien superior predicada por el calvinismo, guían a las cuatro hermanas de Mujercitas y se hallan entre las enseñanzas de la escuela de Jo. Y, según los estudiosos, también dieron forma al camino de Louisa.

– Lucha por la emancipación

Hogar Alcott en Massachussets

La escritora había alternado constantemente su trabajo como gobernanta e institutriz con el cuidado de la familia y la escritura de numerosas historias educativas para niños y jóvenes, a menudo publicadas con el seudónimo de A. M. Barnard.

Su vida, marcada por un intenso trabajo y por las estrecheces económicas, mejoró gracias al éxito inmediato de Mujercitas, que en su diario definió como «el primer huevo de oro del patito feo», y del resto de novelas sobre las hermanas March.

Tras lograr cierta estabilidad financiera, Louisa se implicó más en cuestiones sociales y comenzó a colaborar con el importante periódico feminista The Woman’s Journal.

También asistió al Congreso de la Mujer en Syracuse (Nueva York), en 1875, y luchó por el derecho al voto femenino, que logró hacer efectivo en Concord por primera vez en la elección de un consejo escolar local.

En una carta del 4 de septiembre de 1873, Louisa afirmó: «Me gusta ayudar a las mujeres a ser ellas mismas, y esta es, en mi opinión, la mejor manera de resolver la cuestión femenina. Es nuestro deber hacer cualquier cosa, y hacerla bien, y no creo que nadie pueda negárnoslo».

En sus obras, Alcott permitió a otras mujeres imaginar alternativas, perseguir sus sueños, preferir un amor sincero antes que el matrimonio para acceder a un estatus social más alto.

Sus heroínas contraen matrimonios no convencionales, como el de Jo y el profesor Bhaer, escriben, viajan libremente y fundan escuelas, siempre con el objetivo de ser mejores personas. Pero sin olvidar nunca al prójimo, sobre todo en tiempos de dificultades, como en la guerra de Secesión norteamericana.

Louisa conocía muy bien esta realidad porque durante algunos meses, desde 1862, había prestado servicio como enfermera en el Union Hospital de Georgetown.

Allí contrajo el tifus, enfermedad que entonces se trataba con un medicamento a base de mercurio, metal que la intoxicó y la condujo a un final prematuro, en 1888, con sólo 55 años. La sobrevivieron Jo, Meg, Beth y Amy, destinadas a dejar una huella indeleble en la historia de la literatura y de las mujeres.

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Mujeres del Sexenio Democrático: protagonistas del activismo y la emancipación…


La République à Madrid, Scènes des rues dans la soirée du 11 Février, dibujo de Daniel Urrabieta y Vierge para Le Monde Illustré.
La République à Madrid, Scènes des rues dans la soirée du 11 Février, dibujo de Daniel Urrabieta y Vierge para Le Monde

Muy Interesante(C.M.Fullana) — El Sexenio Democrático (1868-1874) fue un momento propicio para las mujeres, ya que por primera vez en la historia encontramos grupos de mujeres que salieron a la calle a manifestarse, organizaron huelgas, tomaron la palabra haciendo mítines, escribieron en la prensa republicana y participaron activamente en la vida política y social.

Evidentemente, no todas las mujeres salieron a la calle o saltaron a la palestra, pero los grupos de mujeres más próximos a la defensa de una República Federal Obrera o a la Internacional sí que tuvieron cierta presencia y voz.

Aunque todavía son muy desconocidas, durante este corto periodo democrático de la historia de España, contamos con un número considerable de republicanas federales e internacionalistas que protagonizaron episodios relevantes en sus ciudades, ya sea proclamando cantones, organizando grandes marchas contra las quintas forzosas, combatiendo a la Iglesia católica o creando escuelas obreras para instruirse.

De ellas tenemos muy poca información, pero durante estos años han aparecido diferentes estudios sobre el republicanismo y el movimiento obrero que nos permiten recuperar nombres y hechos. Como nos recuerda la historiadora Gloria Espigado, la presencia femenina se registró en las luchas políticas con manifestaciones contra las quintas, contra la esclavitud, en pro de la libertad religiosa, a favor de la República, participando incluso, en los momentos de mayor radicalismo representado por el estallido cantonal.

Caricatura de La Flaca sobre la situación en España durante los años de la Primera República española
Caricatura de La Flaca sobre la situación en España durante los años de la Primera República española

– La abolición de las quintas

En toda la geografía española hubo mujeres republicanas y obreras que participaron en manifestaciones contra el reclutamiento militar o contra el impuesto de consumos que gravaba los productos de «beber, comer y arder».

Un ejemplo claro es el de Isabel Vilà i Pujol (Girona), que consiguió salir a la calle junto a 800 mujeres solicitando la abolición de las quintas y las matrículas de mar.

En otras localidades como Zaragoza se convocó una manifestación por iniciativa femenina y en Valladolid desfilaron más de 300 mujeres.

Las obreras mallorquinas de la aguja también fueron las que encabezaron la marcha en la primavera de 1870 con su pendón recién bordado para la ocasión.

Las mujeres se implicaron junto a sus compañeros, ya que ellas —madres, hijas o esposas— eran las que más padecían la marcha forzosa de sus maridos o hijos a una guerra que creían injusta y que no habían elegido.

Ilustración realizada por Daniel Urrabieta y Vierge en 1868 que recrea la manifestación de las zaragozanas contra el reclutamiento de las quintas con destino a África
Ilustración realizada por Daniel Urrabieta y Vierge en 1868 que recrea la manifestación de las zaragozanas contra el reclutamiento de las quintas con destino a ÁfricaÁlbum

También las propagandistas más eminentes de la República Federal desde sus periódicos y las tribunas protestaron contra la contribución de sangre, es decir, contra el sistema de quintas.

Este fue el caso de Consuelo Aragón, quien recorrió diferentes puntos del país y se paseó junto a su compañero, Mr. Lambert —un communard, o miembro de la Comuna de París—, haciendo proselitismo de la Federal y contra las quintas.

En la ciudad de Mahón fue capaz de reunir a mil personas en el Club Republicano Federal, de las cuales trescientas eran mujeres. En 1873, las odiadas quintas no pudieron ser abolidas por el Gobierno de la Primera República alegando levantamientos en la colonia de Cuba, la guerra Carlista en Cataluña y las insurrecciones cantonales. Todo ello desesperó a las clases populares que daban apoyo a la República.

Retrato de Isabel Vilà i Pujol, republicana y luchadora por los derechos de los trabajadores.
Retrato de Isabel Vilà i Pujol, republicana y luchadora por los derechos de los trabajadores.

– El combate a la Iglesia Católica

El proyecto de la Constitución Federal de 1873 recogía la separación de la Iglesia y el Estado. En ese terreno se avanzó y se ampliaron las políticas laicistas que iban más allá de la libertad de cultos que promulgaba la Constitución democrática de 1869. En 1873, se siguió apostando por iniciativas laicas como el matrimonio civil, que ya contaba con una ley aprobada en 1870.

Así que se incrementaron el número de matrimonios no religiosos y la propaganda en favor de la unión civil. En Palma, especialmente durante la Primera República, si había alguien que lo había defendido y propagado, esa era la republicana federal intransigente Magdalena Bonet Fábregas.

Mujeres queman los registros del Estado Civil en el balcón de la Casa Consistorial de la Vila de Gràcia (Barcelona) en 1870, durante la denominada «revuelta de las quintas». Ilustración de Amédée Daudenarde
Mujeres queman los registros del Estado Civil en el balcón de la Casa Consistorial de la Vila de Gràcia (Barcelona) en 1870, durante la «revuelta de las quintas». Ilustración de Amédée Daudenarde

Ella había recibido la visita del propagandista republicano federal leonés Ubaldo Romero Quiñones, junto al cual hizo parlamentos a favor del matrimonio civil. La reivindicación del matrimonio civil traía implícito el combate contra la Iglesia católica.

Las republicanas, como la misma Bonet, culpaban a la institución de la ignorancia de las mujeres en una época en la que el analfabetismo femenino rondaba el 90 %. Se trataba, pues, de alejar a las mujeres de la influencia clerical. Desde los clubes y casinos republicanos se trabajó para que se abrieran escuelas para niños y niñas; pero también para las mujeres obreras, con la intención de paliar su falta de instrucción.

En ese sentido, por ejemplo, el Casino Republicano de Palma abrió en 1870 una escuela en la que acudían cien ciudadanas todas las noches. Además, las militantes republicanas muchas veces ejercían de maestras de estos centros. Un ejemplo claro es el de la maestra republicana —y luego anarquista— Guillermina Rojas Orgis de Cádiz.

Lo primero que hizo desde el Club Republicano Mariana Pineda fue abrir una escuela obrera para mujeres que contó con el apoyo del Ayuntamiento gaditano. Guillermina, además, fue una gran defensora de la abolición del matrimonio y del amor libre.

Durante la Primera República el presidente Pi y Margall propuso en su programa la educación obligatoria y gratuita. También desde los gobiernos municipales se mejoraron las escuelas y se intentó dar instrucción a las clases populares.

– La militancia en los clubes republicanos y las sociedades obreras

En 1869, ya se crearon los primeros clubes republicanos femeninos como el de Cádiz, con Guillermina Rojas al frente, o el de Madrid, que tenía como presidenta a Carmen Munté. En Alicante también se organizó un club femenino que se había creado a partir de las operarias de la fábrica de tabacos y que estuvo dirigido por Rita Bataller y Teresa Martínez.

En la Coruña, igualmente, las cigarreras habían mostrado su afecto por la República Federal. Por otra parte, también se crearon sociedades obreras exclusivamente femeninas y se hicieron numerosas huelgas exigiendo mejores condiciones laborales.

Ilustración de la época donde se representa una escuela valenciana
Ilustración de la época donde se representa una escuela valenciana

Sobre todo, se pedía un aumento del salario y la disminución de la jornada laboral.

La Primera República fue un buen momento para reorganizar las sociedades obreras que se habían visto afectadas por los sucesos de la Comuna de París (1871).

La mayoría de las sociedades obreras orbitaban entre el republicanismo más socialista y la Internacional anarquista, haciendo uso muchas veces de la doble militancia.

Durante la República, la Internacional gozó de 5000 mujeres afiliadas.

Algunos ejemplos de mujeres que destacaron en la lucha obrera fueron Isabel Vilà, que aparte del «Abajo las quintas» luchó en favor de la reducción de la jornada que hacían los niños y niñas en las fábricas.

Precisamente por eso se la conoció popularmente como Isabel Cinco Horas. Su lucha dio frutos y en julio de 1873 se aprobó la ley que regulaba el trabajo infantil. Los menores de 10 años no podían ser admitidos en las fábricas y el trabajo de los niños menores de 13 y el de las niñas menores de 14 no tenía que exceder a las cinco horas diarias.

El trabajo nocturno de los jóvenes y las jóvenes también se veía regulado. Las fábricas de más de 80 obreros y obreras mayores de 17 años debían contar con un centro de instrucción y la asistencia debía ser obligatoria durante tres horas, por lo menos, para los niños comprendidos entre los 9 y los 13 años y para todas las niñas de 9 a 14 años.

Fotografía de la escritora Matilde Cherner.
Fotografía de la escritora Matilde Cherner.

También destacó Elisa Huigon, que escribió en el periódico La Federación del Centro Federal de Sociedades Obreras de Barcelona, adherido a la Internacional y de tendencia bakuninista.

Ella misma consideraba que las pioneras de la emancipación femenina en el año 1870 eran Josefa Sánchez, de Mallorca, que era la presidenta de la sociedad de costureras La Virtud Social; María Rodríguez Fernández, de Madrid; Modesta Periu, de Zaragoza, que murió en la prisión del Saladero en 1871; y Narcisa de Paz Molins, de Granada.

A este listado deberíamos añadir a Guillermina Rojas, que fue secretaria de la Federación Local Madrileña y fue nombrada secretaria corresponsal de la Federación Local de Murcia después del golpe de Pavía, que acabó con la República democrática.

Por otra parte, cabe destacar a la obrera María Perelló, quien una vez se proclamó la República en Barcelona, tomó la palabra en un mitin celebrado en la plaza Cataluña de Barcelona en defensa de la República Federal. También en marzo de 1873 intervino en varias asambleas de tejedores para alentar a las mujeres del ramo para que se asociaran.

– Las republicanas federales de la pluma

Antes de la proclamación de la República de 1873, hubo republicanas que a través de sus periódicos hicieron proselitismo de sus ideas y aprovecharon para defender la igualdad de sexos. Entre ellas destacaron Narcisa de Paz Molins, quien editó La Voz de la Republica en Granada.

También Mina Puccinelli se atrevió con la publicación El León. Mina se convirtió en una gran propagandista de la República Federal y también de los derechos de la mujer. Se la conocía por haber luchado junto a Garibaldi y militó en el federalismo intransigente. Visitó diferentes clubes republicanos como, por ejemplo, el de Palma y aprovechó también para escribir en diarios locales como El Cantón Balear.

En el año 1873, Mina Puccinelli se encontraba en Valencia dispuesta a ir hacia Barcelona para luchar contra los carlistas, pero al llegar a Cataluña fue detenida y encarcelada. Otra de las grandes propagandistas federales del momento era Consuelo Aragón, que reivindicó la igualdad de la mujer a través de sus mítines que eran publicados en la prensa republicana.

Lo poco que se sabe de ella es que en 1873 estaba celebrando en Cádiz la proclamación de la Federal desde el balcón del Ayuntamiento. Además, algunas de ellas colaboraron en publicaciones conjuntas como el Anuario Republicano Federal, en el cual participaron Narcisa de Paz, Modesta Periu y Carolina Pérez.

En él escribieron los políticos republicanos del momento como Francisco Pi y Margall, Estanislao Figueras, Emilio Castelar, Roque Barcia, José María Orense, Fernando Garrido, Francisco Suñer Capdevila, Roberto Robert, Juan Pablo Soler, José Paul Angulo, Francisco García López, Ramon de Cala o Eduardo Benot, entre otros.

Portada del Illustrated London News sobre el levantamiento de Cartagena.
Portada del Illustrated London News sobre el levantamiento de Cartagena.

Este hecho sitúa a estas mujeres formando parte de la actualidad del pensamiento republicano.

Durante la Primera República destacó Matilde Cherner, de Salamanca. Ella fue escritora y periodista y también una entusiasta defensora de la República Federal.

Entre 1872 y 1873, escribió una serie de relatos sobre la mujer y los ideales republicanos como «La hija de un federal», «La esposa de un federal» «La mujer del pueblo», «El romancero federal», entre otros.

Matilde Cherner, también fue conocida con el seudónimo Rafael Luna.

Escribió en revistas femeninas como La Ilustración de la Mujer y periódicos de tendencia republicana como El Federal Salmantino, La Ilustración Republicana Federal o La Ilustración Popular. Publicó novelas y varias obras escénicas. Una de sus novelas más conocidas es María Magdalena (1880) donde narra las memorias de una prostituta y pide respeto para las desheredadas de la sociedad.

– La participación de las mujeres en los cantones: Concha Boracino y Francisca Gente

El verano de 1873 estallaron insurrecciones cantonales en diferentes provincias y ciudades como Cartagena, Jumilla, Alicante, Alcoy, Torrevieja, Valencia, Castellón, Sevilla, Málaga, Algeciras, Cádiz, Jaén, Andújar, Salamanca, etc.

Si bien es cierto que la participación de las mujeres en ellas todavía se desconoce en gran medida, no obstante, se han recuperado nombres de republicanas e internacionalistas que tuvieron un gran protagonismo.

Sin duda, la más destacada fue Concha Boracino Calderón, de Torrevieja (Alicante). Concha Boracino se convirtió en la primera mujer en ocupar un alto cargo político. Fue ella quien desde el balcón del ayuntamiento declaró Torrevieja como cantón.

En la localidad alicantina la causa cantonal contaba con una base social muy sólida compuesta por la pequeña burguesía de comerciantes, tenderos, taberneros, profesionales de las artes liberales, empleados de las salinas y patronos y armadores de barcos.

Entre ellos se encontraban los Boracino, una familia de comerciantes de ideas republicanas que de alguna manera permitió a Concha formarse y obtener los estudios para ejercer de matrona. Su esposo, Tomás Parodi Pérez, era de origen genovés al igual que el padre de Concha —Giuseppe Boracino.

Parodi era un federal que formó parte de la junta revolucionaria de 1868. Uno de los hijos del matrimonio, Tomás, fue quien lideró el Comité Republicano Federal de Torrevieja. Se trataba, entonces, de una notoria familia militante republicana.

Igualmente, Concha Boracino también había liderado al grupo de federales que proclamaron la República en Torrevieja el 12 de febrero de 1873. El cantón de Torrevieja duró seis días, del 19 al 25 de julio. Al ser sofocado por las fuerzas militares, la familia de Concha Boracino se fue al cantón de Cartagena, el último bastión cantonalista. Allí se les pierde el rastro.

Después de la Primera República no volvemos a saber más sobre las vidas de estas protagonistas que llegaron a liderar cantones, como fue el caso de Concha Boracino en Torrevieja o de la internacionalista Francisca Gente en el cantón de San Fernando (Cádiz).

En el caso de Gente, formó parte del grupo de dirigentes cantonalistas y era la esposa del alcalde republicano, Francisco Mota. El silencio se impone en sus vidas y hace aún más difícil la tarea de recomponer su trayectoria política. En todo caso, ellas pusieron los cimientos de este embrionario feminismo que pedía la igualdad de sexos y lucharon por la emancipación de la mujer reivindicando mejoras laborales, educativas, laicistas y derechos ciudadanos.

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¿Por qué el primer beso nunca se olvida? Así funciona la memoria autobiográfica…


Por qué el primer beso nunca se olvida? Así funciona la memoria  autobiográfica - Levante-EMV

The Conversation(J.T.Boyano) — ¿Quién no recuerda su primer beso de amor? ¿Quién no evoca con nostalgia aquel dulce que le preparaba su madre o aquellas tardes interminables de juegos de la niñez? Todos somos capaces de rememorar experiencias felices. Pero cada individuo tiene su historia personal, con su guión propio.

Al repasar una vivencia, el cerebro adopta un estado especial de conciencia. La mente recapitula los acontecimientos más importantes, como si proyectara una película. Esta capacidad para viajar hacia atrás y revivir el pasado se denomina memoria personal o autobiográfica.

– Recordamos vivencias a partir de los tres años (a veces antes)

La memoria autobiográfica se inicia con el primer recuerdo vital, que surge alrededor de los tres años. El niño tiene ya noción de sí mismo, un incipiente lenguaje y cierta maduración cerebral. Leonardo da Vinci recordaba que un milano asaltó su cuna y golpeó sus labios. Frida Kahlo imaginaba que aparecía una amiga tras la ventana. García Márquez contaba que, siendo muy chico, en Aracataca, su abuelo lo llevó a ver un dromedario del circo.

Durante el desarrollo, la memoria continúa registrando eventos emocionales. En la juventud disfrutamos de muchas “primeras veces” que se viven intensamente, acompañadas por sentimientos que las magnifican. Eso permite que, años después, podamos recuperar la emoción de aquel instante sin perder viveza. Entonces visualizamos la escena completa, incluyendo información multisensorial.

Volvemos a experimentar aromas de jazmín, texturas de manos cariñosas o el sabor de aquel guiso humeante de nuestra abuela. Vemos los rostros y expresiones, oímos el tono grave de las voces, sus risas… A veces, uno de esos detalles es la clave para desencadenar la evocación – el efecto de la magdalena de Proust–.

Cuando se trata de eventos traumáticos, la memoria conserva el dolor. María Velón, víctima del tsunami de 2004 en Tailandia, aún se estremece rememorando una ola que la separó de sus hijos. Un anciano centenario, interrogado en televisión, todavía temblaba al contarlo: una bala le rozó la sien en la Guerra Civil, cuando tenía 18 años.

– La memoria de los detalles

¿Por qué recordamos con tanta nitidez momentos críticos de nuestra historia personal?

Sabemos, gracias a la neurociencia, que la información es codificada por estructuras cerebrales que actúan conjuntamente. El hipocampo codifica detalles espaciales y enlaza información del córtex visual. La amígdala se dispara para reactivar la emoción. En el córtex prefrontal se ordenan estas sensaciones, componiendo un relato coherente.

Esto implica a millones de neuronas que se interconectan, desencadenando una frenética actividad. La resonancia magnética sólo permite vislumbrar estallidos simultáneos aquí y allí, por lo que aún no comprendemos todos los aspectos. Pero parece indiscutible que toda nuestra mente participa de forma activa.

Gracias a esa actividad frenética, almacenamos recuerdos y, más tarde, recuperamos esas escenas pasadas a través de una reconstrucción no siempre del todo exacta. Algunos detalles se consolidan, otros decaen. El trauma se incrementa o se atenúa. En ocasiones, una nueva información puede incorporarse, rellenando lagunas mentales y creando falsos recuerdos.

– El miedo, la alegría y la vergüenza no se olvidan

En general, los recuerdos personales, distribuidos a lo largo de la vida, tienen un denominador común: su significado.

Son hitos vitales que han influido de forma positiva o negativa en nuestra existencia.

Conllevan una elevada carga emocional: vergüenza, miedo, alegría, humor…

Nadie olvida su boda, el nacimiento de un hijo o un logro relevante.

Tampoco una pérdida, ruptura o gran decepción.

Además, existen recuerdos comunes a toda una generación. Guardamos eventos que estallaron en un momento histórico, deslumbrándonos con su fogonazo: un golpe de estado, la muerte de Lady Di o Maradona, los Rolling en concierto, los atentados del 11-S, etc.

Millones de cerebros registran simultáneamente estos acontecimientos públicos, que producen enorme conmoción. Se denominan recuerdos-destello (flashbulb memories). Cada cual recordará dónde estaba, cómo recibió la noticia, qué pensó y qué hizo. Aspectos aparentemente nimios quedan iluminados en ese fotograma: la imagen de Matías Prats, las Torres Gemelas, un comentario aislado…

– Olvidar detalles nimios es síntoma de salud mental

Pero no todos los hechos vividos son iguales. No todo tiene esta trascendencia. La mayor parte de nuestra experiencia diaria se desvanece tras unas horas, como ocurre con la cena del pasado jueves o la serie policiaca del sábado. Comprobamos la utilidad del olvido: los hechos irrelevantes se borran, acumulándose en un saco de recuerdos vulgares, del montón, llamados recuerdos generales.

Olvidar detalles nimios es síntoma de salud mental. Limpia el cerebro de datos inútiles. Además, nuestro cerebro se ocupa de eliminar específicamente las irritaciones de la vida cotidiana. Envía a la papelera los pequeños eventos que son perjudiciales para nuestra eficacia social.

Se evaporan enfados, discusiones absurdas, esperas incómodas, picaduras de mosquitos…. Si no olvidáramos lo negativo, perderíamos la ilusión, la confianza en el futuro. Ya no volveríamos a emprender iniciativas, viajes o reuniones.

De hecho, la mente suele adoptar una especie de visión de color de rosa: favorece la persistencia de recuerdos positivos. Con el tiempo, las personas mayores prefieren revivir momentos felices. Manuel Vicent (88 años) evoca sus domingos infantiles, recolectando espárragos silvestres frente al mar. La mexicana Elena Poniatowska (92) se ve sobre las rodillas de su padre tocando el piano en París. Borges llevó siempre consigo las calles del barrio de Palermo, en Buenos Aires. La memoria actúa, por así decirlo, como un mecanismo de regulación emocional.

– Memoria con sentido

En suma, estamos diseñados para rememorar aquello que ha sido esencial en nuestra vida, aportando un significado coherente. Cada vez que relatamos un momento pasado le asignamos un lugar, un sentido dentro nuestra historia vital. La durabilidad de estos recuerdos prueba que nuestra memoria no es frágil, sino selectiva. La memoria autobiográfica crea nuestra identidad, mejora el ánimo y fortalece los lazos afectivos que nos unen a nuestros seres queridos.

Cuando alguien cuente su historia de vida, escúchelo. No será perder el tiempo sino recuperar tiempo, resucitar la experiencia vivida. La memoria personal nos convierte en humanos y, a la vez, nos hace más humanos.

nuestras charlas nocturnas.

Por qué los palestinos portan llaves para conmemorar la «Nakba», la catástrofe que significó para ellos la creación del Estado de Israel …


Una mujer palestina muestra una llave.
No son simples llaves, sino símbolos de una esperanza: la de retornar algún día a sus hogares.

BBC News Mundo(P.Rosas) — Son sencillas, pesadas, algunas de ellas oxidadas, pero no son simples pedazos de metal.

Cada año, en el día de la Nakba, los palestinos salen a las calles empuñando una de las reliquias más preciadas que guardan muchas familias y que han logrado conservar de generación en generación: las llaves de las casas de las que fueron expulsados hace 76 años y a las que nunca pudieron regresar.

«Guardaron las llaves porque queda la esperanza y el deseo de volver, son el símbolo de aquellos hogares, da igual si siguen en pie o fueron destruidos, y del derecho a regresar a sus casas que les prometió la legislación internacional», explica a BBC Mundo desde Ramala, Cisjordania, Lubnah Shomali, miembro de la directiva de BADIL, el Centro Palestino de Recursos para los Derechos de la Ciudadanía y los Refugiados.

Más de 750.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de sus hogares después de que Israel proclamara su independencia del Mandato Británico de Palestina el 14 de mayo de 1948 y durante la guerra árabe-israelí que se inició al día siguiente y se extendió durante 15 meses.

Es lo que los árabes conocen como la Nakba o «catástrofe», que se conmemora cada 15 de mayo en manifestaciones donde las llaves tienen un papel predominante. Los palestinos que vivían en los territorios que se convirtieron en Israel acusan a los soldados israelíes y a las milicias sionistas de haberlos expulsado. Nunca se les permitió regresar.

Oficialmente, sin embargo, las autoridades israelíes defendieron entonces que fueron los países árabes los que pidieron a los palestinos que abandonaran sus tierras y hogares para no sufrir las consecuencias de la guerra una vez que invadieran el recién nacido Estado de Israel.

Desde el pasado 7 de octubre, muchos palestinos denuncian que se está produciendo una nueva Nakba por el desplazamiento que están sufriendo los habitantes de Gaza, donde los bombardeos israelíes ya han dejado unos 35.000 muertos, y cientos de miles de personas han abandonado sus hogares, que han quedado reducidos a ruinas.

La ofensiva del ejército israelí en este territorio en respuesta al ataque de Hamás en el que murieron unas 1.200 personas y más de 200 fueron secuestradas, ha ido desplazando a los gazatíes hasta la frontera con Egipto, donde la situación es insostenible, según la ONU.

Palestinos huyendo de la guerra.
Se calcula que el 80% de la población palestina fue desplazada de sus hogares.

Sobre la Nakba que se produjo hace más de 7 décadas, hoy en día la ONU reconocen a más de 5,9 millones de refugiados palestinos, muchos de los cuales viven en campamentos en Jordania, Gaza, Cisjordania, Siria, Líbano y Jerusalén Este.

En 1948 «había mucho miedo entre las comunidades palestinas, por lo que muchos huyeron con aquello que podían cargar y se llevaron, por supuesto, las llaves. Cerraron sus casas pensando en que, cuando la violencia amainara, podrían regresar a ellas y retomar sus vidas «, relata Shomali.

Pero aquello nunca sucedió.

– Geografía de la memoria

En muchos casos, tampoco quedó nada a lo que retornar, como ocurrió con Al-Birwa, el pueblo natal de Mahmud Darwish, el gran poeta palestino. Cuando los soldados israelíes llegaron el 11 de junio, en Al-Birwa, a unos 10 kilómetros de Acre, vivían unas 1.500 personas. Hoy solo queda en pie lo que un día fue el colegio.

La antigua escuela de Al-Birwa.
La antigua escuela es el único edificio que queda en pie de Al-Birwa, donde todos los edificios fueron destruidos por las tropas israelíes.

«El día que aparecieron los soldados, mis padres agarraron algunas de sus cosas y se fueron a un pueblo cercano, donde pasaron varios días bajo unos olivos junto con mis abuelos y mis dos hermanos mayores», relata a BBC Mundo desde su casa de Yudeidi al Makr, en la Galilea, Mohamed Kayyal, cuya familia también tuvo que huir de Al-Birwa.

Sus padres, Abdul Razik y Amina, poseían grandes extensiones de terreno, donde tenían plantados frutales, olivos y otros cultivos. «Llevaban una buena vida, no les faltaba de nada», señala Kayyal, periodista y traductor, quien recuerda que a menudo iban a Haifa al cine o a conciertos de las estrellas árabes del momento, como Umm Kulzum o Mohamed Abdel Wahab.

Esa vida de comodidades se terminó de un día para otro. Solo 50 personas quedaron en Al-Birwa, refugiados en la iglesia del pueblo con el párroco, relata Kayyal. Días después, ellos también fueron expulsados tras violentos enfrentamientos.

La familia Kayyal empezó su peregrinación por los pueblos cercanos, donde fue acogida, a lo largo de los años, primero por una familia drusa, luego por una cristiana y finalmente por una musulmana.

Abdel Razek empezó a trabajar en una fábrica, de peón de día y de guardia de noche, con lo que pudo ahorrar para comprar un pequeño terreno en Yudeidi, a unos 2 kilómetros de su pueblo natal, y edificar un cuarto para vivir de forma independiente. Allí nació Mohamed y ha residido sus 67 años de vida aunque, como tantos otros palestinos, si le preguntan de dónde es, siempre responderá «de Al-Birwa».

«Mis padres nunca perdieron toda la esperanza de poder regresar a Al-Birwa, aunque nunca volvieron a poner los pies en el que fue su pueblo», cuenta Kayyal con amargura.

Cuando fallecieron, sus restos tampoco pudieron reposar en la tierra que les vio nacer. Los cementerios del pueblo fueron profanados y nadie volvió a ser enterrado allí después de 1948, ni siquiera el que fuera su vecino más célebre, Mahmud Darwish, que yace en Ramala.

Niños palestinos sosteniendo llaves de cartón en un día de la Nakba.
La llave, como estas de cartón que portan escolares, ha permanecido entre los palestinos como una reivindicación del derecho de retorno.

La de Darwish o la de los Kayyal es una más de las cientos de miles de historias de exilio que han tejido la conciencia nacional palestina.

«Los palestinos saben que muchos de esos pueblos y esas casas ya no existen», explica el historiador palestino-estadounidense Rashid Khalidi, «pero la llave sigue siendo un símbolo del deseo de retorno a Palestina», explica desde su despacho en la universidad de Columbia, donde ostenta la cátedra Edward Said de Estudios Árabes Modernos.

– «Infiltrados» y «ausentes»

Como Al-Birwa, unos 400 municipios palestinos se vieron afectados.

Según el profesor Khalidi, cuando empezaron los enfrentamientos, a finales de 1947 (después de que la ONU anunciara su plan para la partición de Palestina, que dividía el territorio en dos Estados, uno judío y uno árabe) y hasta la proclamación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, «unos 300.000 palestinos fueron expulsados de sus hogares por las milicias sionistas».

Tras el inicio de la guerra, «el ejército israelí inició una expulsión más sistemática de los palestinos» y otros 450.000 fueron forzados a abandonar sus casas y sus tierras, señala Khalidi, autor de «Palestina, cien años de colonialismo y resistencia».

Las cifras son aproximadas, pero se cree que un 80% de los palestinos sufrieron la expulsión, según los datos que manejan organismos internacionales como la ONU, explica Lubnah Shomali. Los que intentaron regresar fueron recibidos a tiros, encarcelados o forzados a volver al exilio porque se los catalogaba de «infiltrados».

Refugiados palestinos en 1948.
La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés) calcula que existen unos 5,9 millones de refugiados palestinos.

«Solo los que se quedaron y fueron registrados por Israel en su primer censo fueron considerados ciudadanos israelíes. A todos los demás se les declaró ausentes y sus propiedades fueron confiscadas, aunque estuvieran, por ejemplo, en Jerusalén Este y su casa a tan solo unos pocos metros en la otra parte de la ciudad», explica Khalidi.

En algunos lugares donde la población se resistió, los historiadores han documentado masacres como la de Deir Yassin, donde un centenar de palestinos fueron asesinados, o la de Tantura, poco después del inicio de la guerra, donde algunos testigos aseguran que hasta 200 hombres desarmados fueron asesinados y que ha sido protagonista de un reciente documental israelí.

En 1948, solo un tercio de la población del Mandato Británico de Palestina era judía, unas 600.000 personas, según el consenso de los historiadores. Pero esta comunidad, asegura el profesor de Columbia, «solo poseía en torno al 6%, 7% de las tierras, que además no estaban en manos privadas sino fundamentalmente en las de organismos sionistas como el Fondo Nacional Judío o la Agencia Judía de Colonización, mientras que la gran mayoría de la tierra pertenecía al Estado o a propietarios árabes».

– «Política sistemática»

«Las expulsiones no fueron un hecho fortuito de la guerra, sino de una política sistemática. No se puede convertir un país mayoritariamente árabe en un Estado judío sin cambiar la demografía. Los líderes sionistas entendieron desde la década de los 30 que no era posible crear una mayoría judía simplemente con la inmigración, tendrían que transferir a los árabes«, señala Khalidi, que también es codirector de la prestigiosa revista académica «Journal of Palestine Studies».

Los primeros gobernantes israelíes tejieron, sin embargo, un relato muy distinto.

«La narrativa que se consolidó en Israel en los años 50 y en la que aún hoy creen muchos judíos en el mundo es que Israel no tuvo responsabilidad alguna en la huída de los palestinos, que fue voluntaria o respondía a órdenes de los árabes y que, de hecho, los israelíes hicieron todo lo posible entonces por que los árabes no se marcharan», explica a BBC Mundo Derek Penslar, profesor de Historia Judía en la Universidad de Harvard.

Hoy en día, la visión entre los historiadores ha cambiado.

Vista aérea de la localidad de Tantura, en Israel.
En Tantura, hoy objeto de un documental israelí del mismo nombre, se cree que hasta 200 palestinos desarmados fueron masacrados por las tropas israelíes y enterrados en fosas comunes.

«Existe un consenso entre los historiadores israelíes, ya sean de izquierdas o de derechas, en que los palestinos no se fueron por voluntad propia, que hubo casos claros de expulsiones, como los que se produjeron (en las localidades) de Ramla y Lod, y en cuanto a las cifras, esos 750.000 (que se vieron desplazados)», señala Penslar, autor de obras como «The Origins of Israel 1882-1948: A Documentary History» (Los orígenes de Israel 1882-1948: una historia documental).

En lo que no se ponen de acuerdo los investigadores israelíes, sin embargo, es en las alternativas a aquellas expulsiones. «El debate hoy está en qué otra cosa podían haber hecho los israelíes entonces, en si era o no viable un Estado judío con esos 750.000 árabes», añade Penslar.

– Los desplazados de 1967

El drama no terminó en 1948. Tras la guerra de los Seis Días, en 1967, otras 300.000 personas fueron desarraigadas, según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA por sus siglas en inglés).

Miles de palestinos que se encontraban esos días en el extranjero trabajando, visitando familiares o estudiando, como le ocurrió al marido de Lubnah Shomali, se encontraron con que no pudieron regresar a sus hogares. «Se convirtieron en refugiados de facto», explica la activista de BADIL.

Es el mismo miedo que hoy sienten los gazatíes y también algunos de sus vecinos ante la presión israelí.

El Cairo se ha negado a abrir completamente el paso fronterizo de Rafah, que comunica la Franja con la península del Sinaí, para dejar escapar a los palestinos hasta un territorio seguro.

El gran temor de Egipto es que Israel nunca acepte el retorno de los palestinos”, explica a BBC Mundo Hassan Nafaa, escritor y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de El Cairo.

Si los palestinos se ven obligados a salir ahora, argumenta Nafaa, “los israelíes podrían llevar a cabo otra Nakba, como ocurrió en 1948, cuando casi un millón de palestinos tuvo que huir y nunca más se les permitió regresar a Palestina a pesar de las muchas resoluciones de la ONU”.

Obras de demolición drente al Muro de las Lamentaciones.
Tras capturar la ciudad vieja de Jerusalén en la guerra de los Seis Días en 1967, las autoridades israelíes demolieron viviendas frente al Muro de las Lamentaciones para crear una plaza.

Los temores no son infundados, argumentan. Desde 1967, Israel ha permitido la construcción de 140 asentamientos en los territorios palestinos, en los que viven cerca de 600.000 judíos y que la comunidad internacional considera ilegales.

El derecho de retorno de esos desplazados, ratificado por la resolución 194 de Naciones Unidas aprobada el 11 de diciembre de 1948, es una de las reivindicaciones clave de los palestinos y sus líderes. Esta resolución resuelve que «debe permitirse a los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos que lo hagan así lo antes posible». También señala que «los que decidan no regresar» deberán ser indemnizados por sus bienes.

Los sucesivos gobiernos israelíes han considerado que la resolución 194 de la ONU no reconoce un «derecho» específico de los palestinos a retornar sino que recomienda que «debería permitirse» que los refugiados regresaran.

«Ni bajo las convenciones internacionales, ni bajo las principales resoluciones de la ONU, ni bajo los acuerdos relevantes entre las partes, los refugiados palestinos tienen derecho a regresar a Israel», puede leerse en la página oficial del ministerio de Exteriores israelí.

«El relato del gobierno en los años 50 fue que los árabes empezaron la guerra y, por lo tanto, debían asumir sus consecuencias, y esta es una narrativa que aún existe hoy», sostiene Derek Penslar. Esto, lógicamente, se ha convertido en uno de los principales escollos en la búsqueda de una salida al conflicto árabe-israelí.

Israel, con una población de algo más de 9 millones de personas, asegura que no puede dejar regresar a más de 5 millones de refugiados porque significaría el fin de su existencia como Estado judío. Y está por ver qué sucederá con los cientos de miles de palestinos que han debido abandonar sus hogares en Gaza desde el 7 de octubre.

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¿Una copita para conciliar el sueño? Más bien conseguirás todo lo contrario …


Bebida alcohólica

Business Insider(A.N.T.Stock) — Puede que creas que el alcohol ayuda a dormir, pero en realidad es todo lo contrario: lejos de la somnolencia inicial que provoca —reduce la latencia del sueño—, fragmenta tu sueño, reduce la calidad de tu descanso, deprime tu sistema nervioso central y puede conducir a un círculo vicioso de insomnio y dependencia.

Una nueva investigación científica publicada en la revista Sleep se suma a la evidencia ya existente de que el alcohol vuelve el sueño más ligero y fragmentado, sobre todo en la segunda mitad de la noche. Una sola bebida alcohólica reduce el sueño REM, una etapa que idealmente debe ocupar el 20% de la noche aproximadamente. 

A esta conclusión han llegado un equipo de neurocientíficos e investigadores del sueño del Laboratorio de Investigación del Sueño del Hospital E.P. Bradley, en colaboración con investigadores de la Universidad Brown y del Centro Médico Providence VA. 

Para su experimento, reclutaron a 30 voluntarios adultos que pasaron tres días y noches consecutivos en un laboratorio del sueño, donde se monitorizó la actividad de sus cerebros.

Para evaluar el impacto de tomar una copa antes de acostarse, los investigadores sirvieron en una de las estancias solo un cóctel o batido sin alcohol, y en la otra una preparación similar que incluía alcohol. En ambas ocasiones, la bebida se consumió una hora antes de que el voluntario se fuera a la cama, recoge Medicalxpress.

La principal conclusión es que el consumo de una sola bebida alcohólica provocaba un aumento del sueño de ondas lentas durante las tres noches. También disminuyó la duración del sueño REM. En general, los voluntarios pudieron dormirse más rápido tras consumir alcohol, pero la calidad del sueño se vio afectada por la reducción de los periodos REM.

También observaron que tomar una bebida alcohólica en noches consecutivas no cambiaba la cantidad de sueño REM afectado: el organismo no se adaptaba a los efectos del alcohol. Dicho de otro modo, si no quieres que la calidad de tu sueño se vea afectada, renuncia a cualquier cantidad de alcohol, incluso por pequeña que sea, antes de meterte en la cama.

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Opinión: Pecado y expiación en el año 1000, el lado cómico de la Edad Media…


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Detalle de una miniatura del Beato de El Escorial, folio 96 v., ca .950-955.

– Milagros y milagreros

JotDown(K.Amat) — Si uno examina los milagros expuestos en ambos Testamentos y en las vidas de los apóstoles durante los primeros años del cristianismo, es inevitable concluir que a la milagrez de la Edad Media le quedaba solo una barrita de batería. Como si entre Cristo y sus mágicas huestes la hubiesen desgastado por el sobreúso, vaya.

Ese milagreo en reserva llega al Medievo en un estado renqueante y francamente exiguo, por lo que cuentan las crónicas de la época. Un tal Bernardo, «maestro de las escuelas de Angers», relata cómo el relicario de la Santa Fe en (algún culo de mundo de) Aquitania resucitó a un mulo que había caído derrengado en un camino, y que su caballero había mandado desollar.

Ni panes ni peces a capazos, ni ciegos que de repente leen letra muy pequeña ni céreos semitas que abandonan su cadavérica horizontalidad: un puto borrico. Un asno que se había pegado tal susto al escuchar la palabra «desollar», el pobre, que del julepe había regresado al mundo de los vivos. Ese es el milagro espectacular de la era.

Bernardo, quizás sospechando que su audiencia distaba de haberse quedado impresionada por la gran saga del burro cataléptico, añade en sus crónicas que la estatua antropomórfica de san Benito en Taury (Troyes) fue la causante de que un «perro negro, totalmente rabioso» atacase a un procurador injusto de la zona llamado Godofredo y le desgarrara «la nariz».

O sea: los menesterosos anarquistas de la época atizan a un perrazo asesino para que le mastique la cara al vil Godofredo El-Ahora-Desnarizado, y tenemos que agradecérselo a un cacho-madera con vaga forma de santo fanfani.

Bah. Como evasiva ante la policía política de la época me parece excusable («¡No hemos sido nosotros, que ha sido el San Benito este!»), pero como intervención divina no cuela. Para mí que los santos de entonces debieron ser parecidos al mago chapuzas aquel de la clase de Harry Potter, cuya varita solo suelta decepcionantes chispazos y llufas de diversa consideración.

– Reliquias y relicarios

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Relicario del Santo prepucio

El asunto de las reliquias de santos hacia el siglo XI debió de ser un mercado más nutrido y lucrativo que el de las figuras articuladas de una franquicia Pixar, o el merchandising de una gira mundial de U2.

Por no decir el efecto pacificador que toda aquella casquería de mártires troceados tenía sobre el famélico vulgo.

«Sobre el respeto que [las reliquias] inspiran descansa de hecho todo el orden social; puesto que todos los juramentos que intentan disciplinar el tumulto feudal se prestan, en efecto, con la mano sobre un relicario», nos ilumina Georges Duby .

Tiene cachondeo, entonces, que todo aquel «tumulto feudal» se apaciguara con solo posar las manos sobre el equivalente medieval de un Lego Star Wars y mascullar un par de latinajos de genuflexión servil.

Lo de las reliquias era un chanchullo espectacular, en fin, una de las supercherías mercantiles más exitosas de la cristiandad.

Como en la carn d’olla catalana, de los santos se aprovechaba todo: fragmentos del prepucio del Mesías (no bromeo), huesos metacarpianos en salmuera, el cerumen de las orejas de san Chindasvinto y el sagrado esfínter de santa Matilda. Todo era susceptible de ser adorado.

Los testículos de san Malaquías también, en efecto. Y ni me hablen del Lignum Crucis (o reliquia del madero con el que crucificaron a Jesús de Nazaret): si uno unía todos los cachillos de leño santo que había desperdigados por Europa y Oriente, el volumen de maderaje habría servido para armar toda la flota imperial británica dos o tres veces.

Por supuesto, el pedazo más grande de Lignum Crucis está en España, pueblo de renombrada fiabilidad histórica e innata aversión nacional al timo. ¿Que cuál es mi reliquia favorita, escucho que preguntan?

Es una decisión injusta, pero creo que me decanto por la cabeza ENTERA de san Juan Bautista (aunque hay una veintena repartidas por ahí, incluso en el Nuevo Mundo; seguro que con un Made in Taiwan en la base del cuello), quizás por la euforia generalizada y «vivo regocijo» estilo MDMA que inundaba la cristiandad cada vez que lo sacaban de paseo. O porque me recuerda a las cabezas en frascos de Futurama.

– Los ocho pecados capitales (no, espera, te lo dejo en siete)

Los siete pecados capitales - Hyeronimus Bosch - Historia Arte (HA!)

Es bien sabido que Gregorio Magno, papa romano del siglo VI, fue el primer piernas en hablar de siete pecados capitales: los mundialmente conocidos gula, avaricia, lujuria, vanagloria (hoy orgullo), ira, pereza y envidia. Poco antes eran también pecado la ebriedad y la tristeza.

Ahora que lo pienso: quizás incluso más atrás (en el siglo iii, pongamos) existían seiscientos cincuenta y un pecados capitales, y era un endiablado tormento llevar la cuenta de todos tus actos pecaminosos. ¿Tener sabañones? Pecado. ¿Silbar fragmentos de Annie? Pecado. ¿Agarrar mal el lápiz? Pecado, y encima mortal. Supongo que por sentido común y falta de inquisidores se irían reduciendo los pecados hasta llegar a los siete que conocemos.

Pero volvamos por un instante al asunto de la ebriedad y la tristeza. O sea, que si tu damisela te había dejado por culpa (tal vez) del musgo micológico que alfombraba tu dentadura y decidías matar las penas echándote un par de lingotazos de hidromiel al gollete, ibas de morros al infierno, y por partida doble.

Triple, si todavía almacenabas en tu corazón algo de ciega ira contra aquella golfa abandonante (triple life, como en la legislación estadounidense). Un borrachín con tendencia a la melancolía, así, podía abandonar para siempre toda esperanza de ingresar en el reino de los cielos (en mi pueblo no se habría salvado ni un alma, empezando por mí mismo).

De forma muy sospechosa, además, la mayoría de esos siete pecados dejaban de serlo mágicamente si quien los practicaba era un señor feudal, un caballero andante con acceso a montura y mandoble o el prelado pederasta de algún burgo dejado de la mano de Dios. Lo opuesto a como es ahora, vaya.

– Satanás y el Anticristo

Satanás: ¿Qué o quién es?

Tratándose de tiempos impíos como aquellos, no es extraño que el demonio anduviera a su bola por todo lo ancho y largo del año 1000.

O al menos eso era lo que afirmaban los monjes del momento, que en apresurada exégesis atribuían cualquier nadería (un quítame allá ese sarpullido sobaquero, un orzuelo de la parienta, un ataque de ventosidades mortíferas) a la presencia del Maligno.

Los llamados oráculos sibilinos, best sellers de la época, anunciaban que la llegada del Anticristo vendría precedida por unas cuantas señales inconfundibles.

Según la tradición profética, esas «señales» incluirían «malos gobernantes, conflicto civil, guerra, peste, sequías, hambres, cometas, muertes repentinas de personajes importantes» y también la invasión de hunos, mongoles o cualquier otra horda de bigotudos alfanje en ristre.

Ya pillan el turbador hándicap de los oráculos: en la Edad Media, todas esas «señales» eran el pan de cada día. De ahí la atmósfera apocalíptico-genocida reinante. En todo caso, por ahí iba Satanás, sin escolta ni bigote postizo ni gafas de folclórica, sufriendo encontronazos constantes con cualquier hijo de ramera. Raoul Glaber, monje y cronista de la época, relata en el libro V de sus Historias que una noche despertó para hallar a un «enano horrible de ver» al pie de su camastro.

No, no era yo. Se trataba de un ente «de estatura mediocre, cuello menudo, rostro demacrado, ojos muy negros, frente rugosa y crispada, nariz encogida, boca prominente, labios hinchados…». He dicho que no era yo, leches. Glaber, que tenía la grabadora a mano, continúa su informe forense durante varias líneas, el muy latoso, para concluir que aquel demoníaco adefesio lucía también inevitable «barba de chivo», «dientes de perro» y, de forma más inquietante, «nalgas temblorosas».

Aciago fin, pues, para Lucifer, el ángel más hermoso de las huestes celestiales, a quien hacia el año 1000 parecía que las cosas del amor y los negocios le iban peor que nunca. De Querubinísimo Mayor de Dios a chaparro noctámbulo fumador de crack con culo temblón. A eso llamo yo caer en desgracia, Lu.

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Detalle del tímpano de la portada de Sainte-Foy de Conques, ca. 1124.

Y es que la tradición juanina (del Apocalipsis de san Juan) estaba completamente obcecada con la figura del Anticristo, siervo e instrumento de Satán, un «monstruo con cuernos que mora en las profundidades», una «formidable personificación del poder destructor y anárquico».

Lo chungo de todo esto es que el sambenito de esa personificación podía caerle encima a cualquier imbécil; los monjes y súbditos no se mataban recopilando pruebas, y definían como «Anticristo» al primer monarca incompetente que se cruzara en su camino.

Norman Cohn nos dice que «cualquier gobernante que pudiera ser considerado un tirano se consideraba apto para recibir los atributos del Anticristo».

De forma asaz artera, si las profecías fallaban (y siempre fallaban) y aquel rey solo era un cantamañanas sifilítico y catavinos que no sabía hacer la O con un canuto en lugar del «dragón, esa antigua serpiente» que habían predicho las más cenizas admoniciones de los frailes, se le degradaba fulminantemente y pasaba a ser solo «precursor» del Anticristo, el cabo chusquero con trompetica que avisaba de la llegada del gerifalte. Método científico estilo año 1000, como ven.

Se parece un poco al sistema «JUSTIN BIEBER DENIES SMOKING BASE!» típico de la prensa amarilla. Primero suelta el rumor, que siempre hay tiempo de desmentirlo (aunque tizne), y luego ya veremos qué pasa.

– Penitencias y mortificaciones, o el sutil encanto de la flagelación

«Alguien tiene que lavar todo el mal creado», que cantaban Los Canguros en 1988.

Y en la Edad Media, ya lo dije, el «mal» campaba a sus anchas por la cristiandad y allende los mares, y con él la necesidad universal de purgarlo.

Lo de la obsesión por la penitencia era en el año 1000 una cosa tan generalizada y popular como lo es hoy la fijación por la firmeza de glúteos o cada nueva serie interminable de HBO.

Dejando de lado lo de organizar cruzadas locatis cada dos por tres —que terminaban invariablemente como el rosario de la aurora — la forma más célebre de mortificación era la flagelación o, mejor dicho, autoflagelación (si flagelabas de esquinillas a otro incauto no contaba como penitencia).

Lo del auto-azote redentor se inventó en el siglo xi en algún monasterio perdido de Italia —nadie había sido tan gilipollas como para ponerlo en práctica hasta entonces— y prendió como la pólvora entre los frailes, que siempre andaban necesitados de tormento BDSM carno-rectal.

Al poco tiempo ya era un dance craze que había infectado al pueblo cavernario, como la zumba, y todo el mundo procedió a arrearse con el látigo como si no hubiese un mañana (y nunca mejor dicho, desde el punto de vista escatológico-milenarista, pues la población creía de veras que no llegaría a ver un nuevo amanecer).

La cerril masa al principio se infligía esa severa tortura con la humilde esperanza de que Dios, juez castigador, «depusiera su ira, les perdonara sus pecados» y punto, pero en un santiamén ya había entrado en juego la chifladura redentora típica del periodo.

Norman Cohn define a los flagelantes como «una élite de redentores por la autoinmolación»; o, dicho de otro modo, peña que no solo creía que se estaba salvando a sí misma a latigazo limpio, sino también que su salvación afectaba a toda la comunidad.

Sí, esas nuevas procesiones de flagelantes, en su tosca imitatio Christi colectiva, se veían a sí mismas como supermártires que cargaban con los pecados de todo el mundo y no, como uno estaría tentado a pensar, como una panda de julays histriónicos y ensangrentados que montaban más escandalera que un cantante emo de los noventa.

Y, sin embargo, la ciudadanía se los tomaba al pie de la letra. Cuando los veían aparecer con sus estandartes y velas encendidas, y los tipos —ya casi en cueros— procedían a aplicarse leña fustigante durante horas delante de la iglesia del pueblo, «los criminales confesaban, los ladrones devolvían sus botines, los usureros renunciaban al interés de sus préstamos, los enemigos se reconciliaban y las querellas eran olvidadas».

Hay que admitirlo: la cosa era espectáculo en estado puro. El movimiento flagelante fue, junto a los cruzados, el primero de la historia en poseer algo parecido a un uniforme (vestidura blanca con cruz roja delante y detrás y capucha o sombrero a juego), y entre la pinta ku-klux-klanesca, aquel «sembrao» de antorchas y el consiguiente look Núremberg, y todos los TCHAKS TCHAKS y cantos y berridos («¡Virgen santa, ten piedad de nosotros!») y lamentos, y las caras de raver pasadísimo a las seis de la mañana en mitad del mix largo del «Higher State of Counciousness»…

En fin, cualquiera no se arrepiente de algo. Yo habría confesado hasta aquel asunto de las canicas del Peláez, en 1979. Lo único condenable del asunto de los flagelantes revolucionarios es que al cabo de un tiempo de andar vergajeándose los omoplatos por esos mundos de Dios empezaron a aburrirse de la rutina, y entonces procedieron a instaurar pogromos de cariz antisemita en cada villorrio donde iban a caer. Lo que nos lleva a:

– Plagas, pestes y matanzas a gogó

El día que Europa exterminó a los gatos acusándolos de brujería y casi  acaba con el ser humano

Alguien tenía que tener la culpa de todo aquello, y los judíos, hacia 1348-49, pillaron lo que no está escrito y un poco más. Háganme el favor de recordar que fue en aquel lapso de tiempo cuando tuvo lugar la terrible peste negra, la mayor epidemia de fiebre bubónica que ha visto la humanidad, y que se llevó por delante a un tercio de la población.

Un tercio, que se dice pronto. Ya pueden imaginar que, siguiendo una honorable costumbre medieval, la plaga fue interpretada como «castigo divino por las transgresiones de un mundo pecador» y, una vez efectuadas las ansiadas demostraciones público-nudistas de purgación con gran derramamiento de hemoglobina, procedió a buscarse a algún «pasmao» que pudiera cargar alegremente con el resto de pecado insostenible (y derramar también algo de su hemoglobina, a poder ser).

Si se trataba de un tío con acento raro, barba forestal y yarmulke, mejor que mejor. En efecto: como volvería a suceder innumerables veces en la historia (en España también), los judíos fueron los hombres que serían culpados por TODO.

A principios de 1349, alguna mente preclara —de las más brillantes de su generación— anunció que la causa de la peste negra era el vertido de veneno en las reservas de agua, y la jauría procedió a apiolar, en este orden, a «los leprosos, los pobres, los ricos y el clero, hasta que se centraron definitivamente en los judíos».

El populacho se cansó de la matanza hacia marzo (tres meses seguidos de pogromo, la madre que los parió; supongo que al menos debían parar para las comidas), pero en julio sobrevino una segunda horda genocida promovida por los cada vez más chiflados flagelantes.

Los judíos llegaron a considerar a todos aquellos ceporros zurriagantes encapuchados como «sus peores enemigos», y con razón. Nadie tuvo la presencia de ánimo para recordarles a aquella panda de ultranazarenos chillones que la peste, ese instrumento igualitario sin par, no hacía distinciones entre judíos y gentiles, ricos o pobres, genios o ñus.

Pero daba igual, y ya era demasiado tarde para consideraciones intelectuales de ese calado: la gran farra, el gran impulso, la última raya de speed a hora desaconsejable, el inmenso drama escatológico debía seguir hasta su consecución lógica: el Fin de los Días, el cumplimiento de la Tercera Edad y el advenimiento del Apocalipsis. Cuando todos nuestros pecados serían purgados y los puros de corazón ascenderían como un solo hombre al reino de los cielos. Bla, bla.

Como ya sabemos, no sucedería así. Lo único que acarrearía todo aquel insensato derramamiento de sangre sería un montón de charcos que fregar y una pila enloquecida de cadáveres que carbonizar.

Y todos aquellos hábitos hechos jirones, malaguanyats. Con los años sí caería sobre nosotros la ira de Dios con máxima potencia exterminadora, pero no vendría en forma de plagas croantes o reptiles lacustres que emergían de las simas miasmáticas del Hades, sino de series de TV españolas (Gym Tonic es el puro Anticristo, por supuesto), libros pueril-eróticos que se tornan superventas mundiales, hipotecas subprime y redes antisociales.

¿El 1000, los años oscuros?

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Richelieu, el mayor enemigo de España…


Richelieu, el mayor enemigo de España
Triple retrato del cardenal Richelieu, por Phillipe de Champaigne

The Objective(L.Reyes) — Los astros quisieron que Abril fuese el mes decisivo en el ciclo de poder del cardenal RichelieuEl 17 de abril de 1607 fue ordenado obispo, lo que le dio su primer gobierno, el de la diócesis de Luçon. Abril de 1617 fue en cambio nefasto: cuando desempeñaba su primer cargo ministerial al servicio de María de Medici, la reina madre, el joven Luís XIII se prestó a un golpe de estado que envió al destierro a María de Medici y a sus colaboradores.

Volvió a ser favorable abril en 1622, pues fue cuando el Papa Gregorio XV lo nombró cardenal. Pero sobre todo el gran día de Richelieu fue el 29 de abril de 1624, hace ahora 400 años, cuando fue nombrado miembro del Consejo Real de Luís XIII, la máxima instancia del poder en Francia.

 Ese día se formó en el horizonte una nube que iría creciendo, hasta tapar el sol que durante siglo y medio iluminó el Imperio español. Cuando la nube Richelieu alcanzara su máximo volumen dejaría de tener vigencia la reflexión de Felipe II, «en España nunca se pone el sol», porque siempre era de día en un imperio español que iba desde Europa, el Atlántico, América y el Pacífico, hasta Asia.

A la Historia le gusta jugar con el destino de los que van a ser sus protagonistas. Armand Jean du Plessis era hijo del señor de Richelieu, gran preboste de Francia. Como era el tercer varón de una familia noble le correspondía seguir la carrera de las armas, y para formarse como militar ingresó en la Academia de Pluvinel, un famoso maestro de equitación. 

Por concesión real la familia poseía el obispado de Luçon, con carácter hereditario. Debía desempeñarlo al segundo de los hijos varones, Alphonse, pero éste se retiró del mundo ingresando en un convento cartujo. Si no se ocupaba el obispado se perdía, de modo que le tocó al tercer hijo, Armand, cambiar la espada por la mitra.

El futuro cardenal solamente tenía 20 años, según el derecho canónico era demasiado joven para ser obispo, de modo que tuvo que ir a Roma a solicitar una licencia especial del Papa. Paulo V, el Papa Borghese, quedó impresionado por la inteligencia y el carácter del joven peticionario, y concedió la licencia. Richelieu fue ordenado obispo de Luçon en abril de 1607, con 21 años.

Iba a necesitar ese vigor juvenil el nuevo obispo, porque se encontró con la diócesis más pobre y abandonada de Francia. Sin desanimarse por el destino que le había tocado vivir, Richelieu se dedicó durante siete años a gobernar su diócesis, y a base de mucho trabajo, inteligencia e integridad logró sacarla adelante. 

Cómo sería de notable la administración del nuevo obispo que, estando en un oscuro rincón de la atrasada región de La Vendée, lejos de París, su nombre comenzó a ser conocido en Francia.

En 1614 el clero de Poitou eligió al obispo Richelieu diputado en los Estados Generales, lo que suponía el regreso a París, corte de Francia. En cuanto abrió la boca en las sesiones parlamentarias Richelieu atrajo la atención de María de Medici, la reina madre, que seguía gobernando como regente aunque su hijo, Luís XIII, fuera ya mayor de edad. 

La reina María llamó a Richelieu y lo nombró limosnero de la joven reina Ana de Austria, recién casada con Luís XIII. 

Eso suponía la entrada en la corte, el ámbito del supremo poder en Francia. Es curioso que la puerta estuviese en las habitaciones de Ana de Austria, la orgullosa infanta española hija de Felipe III, con la que Richelieu mantendría toda la vida unas relaciones tensas, a veces tormentosas, aunque ambos reconociesen la valía del otro.

Una situación que ha pasado a la cultura popular porque inspiraría a Alejandro Dumas para escribir Los Tres Mosqueteros, y al mundo del cine para hacer numerosas películas.

María de Medici no iba a desperdiciar las condiciones de Richelieu dejándolo al servicio de su nuera, y al poco tiempo lo nombró secretario de estado de Guerra, su primer cargo en el gobierno de Francia. Sin embargo duraría muy poco este primer contacto con el poder central. 

A los cinco meses, Luís XIII, que había cumplido ya los 15 años y estaba manejado por su favorito, el duque de Luynes, dio un golpe de estado, hizo matar al primer ministro de su madre, y mandó a María de Medici al destierro. A Richelieu lo calificó de antipático y lo expulsó de la corte. Esa caída del incipiente poder ocurrió en abril de 1617, como hemos explicado antes.

Cardenal Richelieu - Wikipedia, la enciclopedia libre

– Del destierro al poder

La admiración que Richelieu despertaba en todo el mundo, incluso entre sus adversarios, hizo que, a la muerte del favorito del rey, Luís XIII recurriese a Richelieu. Volvió del destierro para emprender una ascensión imparable que culminaría en ese 29 de abril de 1624. A partir de ese momento el ya cardenal Richelieu sería el amo del destino de Francia, hasta su muerte en 1642.

Richelieu era inteligente, trabajador, eficaz, pero su mayor virtud era tener una concepción clara del estado. En aquella época quedaban por todas partes residuos de la Edad Media, poderes feudales, fueros locales, obstáculos a una administración efectiva. Richelieu quería acabar con ellos y establecer un poder central fuerte. El cardenal sentaría las bases de la monarquía absoluta, encarnada luego por Luís XIV. Sin Richelieu no habría existido el Rey Sol.

Richelieu encontraba tres obstáculos para su proyecto, uno exterior, España, y dos internos, la nobleza y los protestantes. Desde el Edicto de Nantes, con el que Enrique IV puso fin a las guerras de religión francesas, los protestantes franceses, llamados hugonotes, gozaban de amplia autonomía, eran un estado dentro del estado.

 A Richelieu, aunque por sus hábitos pareciese un hombre de Iglesia, no le importaba mucho la religión, no era un católico ferviente y no quería imponer su credo, pero no podía tolerar que en Francia hubiese un contrapoder, de modo que le hizo la guerra a los hugonotes. 

Puso sitio a La Rochelle, símbolo de la independencia protestante, y la tomó después de que muriesen 22.000 de sus 27.000 habitantes. Al final los protestantes firmaron una paz en la que perdían todos sus derechos políticos y territoriales.

Más peliagudo era enfrentarse a la nobleza, pues los nobles estaban cercanos al rey y tenían privilegios seculares. La primera batalla que les dio el cardenal, prohibir los duelos, puede parecer anecdótica porque Alejandro Dumas hace que D’Artagnan inicie su relación con los Tres Mosqueteros enfrentándose en un duelo.

Los guardias del cardenal intentan detenerlos, y los duelistas se unen y terminan amigos, «todos para uno y uno para todos». Sin embargo lo cierto es que en 20 años habían muerto en duelo 4.000 caballeros franceses, lo que suponía una importante pérdida militar. 

Quizá influyó también en la decisión de Richelieu que un hermano suyo había muerto en duelo, pero lo cierto es que el cardenal emprendió la medida con toda decisión, e incluso ejecutó a un conde por batirse en duelo.

Esa campaña contra los duelos fue la punta del iceberg, la pugna con la nobleza duró prácticamente toda la vida de Richelieu, pero al final Luís XIV heredaría un estado donde la nobleza pasó a ser un elemento decorativo de la Corte.

Sin embargo el gran adversario de Richelieu fue España, que cuando el cardenal subió al poder en 1624 era todavía la primera potencia del mundo, pero que veinte años después perdería la supremacía militar sobre Europa al ser vencida por los franceses en la batalla de Rocroy (1643).

Richelieu no pudo verlo, había muerto pocos meses antes, en diciembre de 1642, pero realmente se puede decir que el cardenal fue el vencedor de aquella batalla.

Hay que decir que Richelieu no era enemigo personal de España –«Yo no tengo más enemigos que los del estado», decía el cardenal-, incluso al inicio de su carrera política se le tildaba de pro español. 

Simplemente quería que Francia fuese la primera potencia del mundo, y para eso había que desmantelar el poderío español, cuyas posesiones tenían rodeada a Francia, con España al oeste, los Países Bajos al norte, Italia al sur y el Imperio Germánico, donde regía la rama menor de los Austrias, al este. 

Añádase que la reina madre María de Medici, y el único hermano del rey, Gastón de Orleans, conspiraban continuamente con apoyo español, y se comprenderá que Richelieu se aliase hasta con el diablo para luchar contra España. S

iendo un príncipe de la Iglesia católica, Richelieu apoyó a los protestantes alemanes en la Guerra de los Treinta Años, a los protestantes holandeses en su rebelión contra la corona hispánica. Y siendo el creador del estado centralista, animó a los separatistas catalanes para que se sublevaran contra Felipe IV.

El mejor político que ha tenido Francia, el que la convirtió en una gran potencia, vería sin embargo vituperado su nombre siglo y medio después de su muerte, pues durante la Revolución Francesa su tumba fue profanada, y su cadáver sometido a una farsa de ejecución. Fue decapitado y su cabeza estuvo perdida mucho tiempo. Hoy día no se sabe a ciencia cierta dónde está enterrada.

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La cabeza de cabra que utilizó la iglesia para acabar con los templarios…


Historias de la historia(J.Sanz) — ¿Quién no ha visto en su vida esta famosa figura una cabra barbuda humanoide con alas, un par de pechos y una antorcha en medio de sus dos grandes cuernos? A lo largo de la historia del ocultismo occidental, el nombre del misterioso Baphomet se invoca en cada época y en diferentes momentos de la historia.

Aunque hay menciones a esta figura en la Edad Media en el siglo XI, se hizo popular a partir del siglo XX. Es un símbolo asociado con el ocultismo, la magia ritual, la brujería, el satanismo y el esoterismo. La representación moderna de Baphomet parece tener sus raíces desde varias fuentes antiguas, pero principalmente de dioses paganos.

Baphomet tiene similitudes con dioses de todo el mundo, entre ellos Egipto, el norte de Europa y la India. De hecho, las mitologías de un gran número de antiguas civilizaciones incluyen algún tipo de cuernos como deidad. En la teoría junguiana, Baphomet es una continuación de los cuernos como arquetipo de Dios.

El concepto de una deidad con cuernos está universalmente presente en la psique individual. Cernunnos, Pan, Hathor, el diablo (como se muestra por el cristianismo) y Baphomet tienen un origen común. Suele relacionarse también el nombre de Baphomet con la fusión de dos términos griegos cuyo significado aproximado es “bautizo de sabiduría”.

Hay varios nombres importantes asociados a esta figura. Personalidades celebérrimas de lo oculto: Eliphas Levi y Aleister Crowley. Aunque la representación de Baphomet ha estado circulando durante mil años, la representación de Baphomet de Levi en 1861 es la más famosa.

Incluyó en su libro Dogmes et rituels la Haute Magie (Dogmas y rituales de Alta magia) un dibujo que se convertiría en el más famoso retrato de Baphomet: una cabra humanoide con alas, con un par de pechos y una antorcha en su cabeza entre sus cuernos. Posteriormente el ocultista británico Aleister Crowley adoptó esta figura para la sociedad Secreta OTO, una iglesia gnóstica católica.

El nombre de Baphomet ha estado ligado a sociedades secretas como los templarios o la masonería, sin embargo destaca la iglesia de Anton Lavey de Satanás que no es técnicamente una sociedad secreta. Fue fundada en 1966 y la organización adoptó el “Sello de Baphomet” como su insignia oficial.

El sello de Baphomet fue probablemente inspirado en gran medida por la ilustración de La Stanislas de Guaita del Clef de la magie noire (La clave de la Magia negra) y se representa en la iglesia de Satán como la cabra de Mendes, dentro de un pentagrama invertido.

De acuerdo con Anton Lavey, los templarios adoraban a Baphomet como símbolo de Satanás. Baphomet está presente de manera destacada durante los rituales en la iglesia de Satanás como símbolo que se coloca por encima del altar. Era el encargado en el Purgatorio de los siete infiernos y de los diferentes demonios de los siete pecados capitales.

Templarios

Sin embargo hay otras interpretaciones de esta figuran que desmitifican estas visiones. En concreto otras sociedades secretas utilizan esa figurilla con cabeza de cabra que tanto veneraban algunos tienen otros usos diferentes a la iglesia de Satán. Para ellos, Baphomet era realmente un dios pagano, simbolizado únicamente como una cabeza de piedra.

La Iglesia tenía una amplia lista en la cual acusaban falsamente a los templarios de venerar a falsos ídolos y demás cuestiones de herejía. En pocas palabras, Baphomet era el dios pagano de la fertilidad asociado a la fuerza creativa de la reproducción. La cabeza de Baphomet era representada por un carnero o una cabra, lo cual era un símbolo frecuente de procreación y fecundidad.

Los templarios veneraban a Baphomet situándose alrededor de una réplica de piedra de su cabeza y recitando oraciones. La ceremonia celebraba la magia creativa de la unión sexual, pero el papa Clemente V convenció a todo el mundo de que la cabeza del dios pagano era en realidad la representación del demonio. El papa hizo de esa cabeza la piedra de toque de toda la causa contra los templarios.
La creencia moderna en ese demonio con cuernos conocido como Satán tenía su origen en Baphomet y en los intentos de la Iglesia por convertir al cornudo dios de la fertilidad en un símbolo del mal. En las mesas tradicionales estadounidenses, durante la celebración del día de Acción de Gracias, aún se veían símbolos paganos de la fertilidad, con sus respectivos cuernos.

La cornucopia o cuerno de la abundancia era un homenaje a la fertilidad de Baphomet y esta a su vez tenía su origen en el mito de Zeus amamantado por una cabra a la que se le rompía un cuerno que, milagrosamente, rebosaba de frutas.

Independientemente de su numerosas interpretaciones es una creación simbólica de la alquimia y el esoterismo pero con el tiempo se ha convertido en una figura común de la cultura popular que está presente en los lugares más extraños como en los mismos videojuegos.

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Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia: ¿por qué se conmemora hoy?…


Infobae — El 17 de mayo se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, una fecha promovida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde 2004 para generar conciencia sobre la discriminación basada en la orientación sexual e identidad de género.

La jornada, conocida mundialmente en inglés como IDAHOBIT (International Day Against Homophobia, Biphobia and Transphobia), fue elegida en recuerdo del 17 de mayo de 1990, cuando la Asamblea Mundial de la Salud de la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de la lista de Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), con consenso generalizado de que la homosexualidad es una variación natural de la sexualidad humana.

De esta manera, la homosexualidad dejó ser considerada una enfermedad mental.

La Comisión Europea define la homofobia como la intolerancia hacia personas atraídas por otras de su mismo género, mientras que la transfobia se refiere al rechazo hacia personas cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer. La bifobia es el desagrado hacia personas atraídas por ambos géneros. La jornada mundial busca generar conciencia sobre la violencia sufrida por estos colectivos.

Cada 17 de mayo se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia

Por su parte, la ONU advierte que en decenas de países, principalmente en África, Oriente Medio y el Sudeste Asiático, ser parte de la comunidad LGBTIQ+ (lesbiana, gay, bisexual, transgénero, transexual, travesti, intersexual y queeres considerado un crimen, con penas que van desde multas y terapia forzada hasta flagelación, prisión y en algunos casos, la pena de muerte.

En muchos de estos lugares, se promueven las llamadas “terapias de conversión”, también conocidas como Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual e Identidad y Expresión de Género (ECOSIEG), son procedimientos que buscan forzar a las personas a alinearse con el espectro heterosexual-cisgénero, violando los derechos humanos.

La homofobia, la transfobia y la bifobia pueden manifestarse de diversas formas, desde actos de violencia física y agresión verbal hasta discriminación en el trabajo y en los hogares. Estos comportamientos no solo afectan a las personas a nivel individual, sino que perpetúan un entorno social hostil y excluyente.

Una imagen de la Marcha del Orgullo en Buenos Aires

Algunas actitudes homofóbicas comunes incluyen asumir que todos son heterosexuales, sentir repulsión por las muestras públicas de afecto entre personas del mismo sexo, y evitar confrontar comentarios homofóbicos por miedo a ser identificado con la comunidad LGBT.

Estas actitudes, aunque parezcan insignificantes, contribuyen a la marginalización y al sufrimiento de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas.

Por todo esto, el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia es una oportunidad para generar conciencia y para educar sobre las experiencias de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) y abogar por políticas públicas inclusivas.

– Avances en la región

Pueden mencionarse la La Ley de Identidad de Género, Ley de Cupo Laboral Trans y registro no binario en el documento de identidad en Argentina, en Colombia el Decreto 1227 del 2015 que permite el cambio registral, la Ley Integral Trans en Uruguay, la Ley Orgánica de Gestión de la Identidad en Ecuador, la Ley de Identidad de Género en Bolivia.

En cuanto a Brasil, el Supremo Tribunal Federal falló en 2011 en relación a que las parejas del mismo sexo pueden constituir «uniones estables» y en 2018 el mismo Tribunal falló a favor del cambio de nombre en el registro civil.

Si bien en la región hubo varios avances desde el Estado, queda mucho por hacer en cuanto a generar conciencia para evitar la discriminación

– Cifras en Argentina

El Informe Anual del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT+ correspondiente a 2023, dado a conocer por la Federación Argentina LGBT, indicó que el año pasado se cometieron en la Argentina 133 crímenes de odio, en donde la orientación sexual, la identidad y/o la expresión de género de todas las víctimas fueron utilizadas como pretexto discriminatorio para la vulneración de sus derechos y la violencia contra ellas.

Según este relevamiento, se produjo un preocupante crecimiento de casos, ya que en 2021 hubo 120 crímenes y en 2022, 129.

El informe aclara que no son datos exactos, ya que podría haber más, debido a que el relevamiento incluye sólo aquellos casos difundidos por los medios de comunicación o que fueron ingresados como denuncias en la Defensoría LGBT, ante las organizaciones de la FALGBT+ o documentados por el Centro de Documentación y Situación Trans de América Latina y el Caribe.

Advierte además que “encontrar los registros de las personas LGBT+ víctimas de crímenes de odio tiene sus dificultades particulares”, ya que por ejemplo, “no a todas las personas trans que son asesinadas se las registra como trans y se les respeta su identidad de género y no todos los crímenes de odio de lesbianas, gay, bisexuales y de personas de identidades no hegemónicas se visibilizan como tales”. En ese línea, explica que “por el contrario, en muchos casos se oculta la orientación sexual y la pertenencia a esta comunidad”

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